Periodismo y aviones no tripulados: ¿una simbiosis con futuro?
En cuestión de una década, los aviones no tripulados han pasado de ser aparatos militares a encontrarse en tiendas de electrónica por unos 300 euros. La perspectiva de que puedan servir para la cobertura informativa de, por ejemplo, manifestaciones o catástrofes, ha despertado gran interés. Marcus Bösch nos habla de las posibilidades y los peligros de un “periodismo no tripulado”:
En junio de 2012, el redactor jefe del magacín tecnológico estadounidense “Wired”, Chris Anderson, dio por inaugurada la era informativa de los aviones no tripulados. “We’re entering the Drone Age”, escribió. Estos aparatos vivían desde el 11 de septiembre de 2001 un boom no sólo en círculos militares, sino también entre las fuerzas de seguridad, los equipos de bomberos, los grupos de investigación científica, las empresas, los despachos de arquitectos y los particulares.
La policía alemana emplea aviones no tripulados en el control de las fronteras y la red ferroviaria. El consorcio Thyssen los usa para vigilar gaseoductos. La NASA estudia huracanes con aviones tipo Global Hawk. La organización ecologista Sea Sheperd persigue con ellos a cazadores de ballenas. A la televisión le permiten mostrar desde las alturas las salidas en las carreras de esquí. Una empresa privada austriaca vende fotos aéreas de Viena tomadas gracias a esta tecnología. Científicos de la Universidad Humboldt de Berlín analizan su utilidad de cara a dosificar de manera precisa los nutrientes de las tierras de cultivo. Bienvenidos a la era de los aviones tripulados.
Adentrarse en este mundo es muy sencillo. Tiendas especializadas ofrecen por poco más de 300 euros aviones no profesionales como los A.R.Drone. Estos se diferencian en un pequeño pero decisivo detalle del modelo helicóptero, disponible desde hace años: se dejan manejar con el Smartphone. Y no sólo eso. Llevan incorporada una cámara que filma en HD. Los videos -lamentablemente aún sin sonido- pueden almacenarse en un pen drive o enviarse directamente al celular, donde es posible retocarlos con ayuda de aplicaciones y publicarlos al instante. Su tiempo de vuelo alcanza los 10, 12 minutos.
¿Aviones no tripulados en el periodismo?
Uno de los dueños de un A.R.Drone 2 es Matt Waite. En noviembre de 2011, este profesor de periodismo puso en marcha en el College of Journalism and Mass Communications de la Universidad de Nebraska-Lincoln el llamado Drone Journalism Lab. La idea del “periodismo no tripulado” generó a partir de ese momento mucha expectación a nivel internacional. La tesis de Waite de que los aviones no tripulados pasarán a ser una herramienta estándar en la labor informativa fue recibida con beneplácito.
Waite y sus colegas tratan de descubrir qué usos les puede dar el periodismo a las aeronaves sin piloto. Les apoya la Fundación Knight, que en verano de 2012 donó al proyecto de 50.000 dólares. La intención es ir más allá de la posibilidad de captar –más rápida y económicamente que con un helicóptero- fotos y videos bonitos desde perspectivas inusuales. La recopilación y transmisión de datos centran los trabajos. Se podría, por ejemplo, dotar a uno de estos aparatos con sensores y hacer que sobrevolara una zona altamente radioactiva para confeccionar en poco tiempo un mapa de riesgos. “Gracias a los aviones no tripulados disponemos de más información y nuevos puntos de vista sobre los acontecimientos… Dentro de diez años, estarán por todas partes”, sentenció Waite en una entrevista.
Obstáculos jurídicos y dudas morales
Frente a lo positivo de las características técnicas se abre, sin embargo, todo un abanico de preguntas legales y éticas aún por responder.
Y es que la situación es complicada para esta incipiente rama del periodismo. La FAA, la autoridad aérea de Estados Unidos, cuestiona entre otros el uso de aviones no tripulados por el magacín para iPad “The Daily”, que envió en junio de 2011 un MicroDrone MD40-100 a inspeccionar un terreno devastado por una tormenta en el Estado de Alabama e incluyó las grabaciones en su reporte sobre los hechos. Puesto que se trata de una revista comercial, tal cosa no está permitida, sostiene la FAA. Desde mayo de 2011, la Comisión Cinematográfica de California no concede licencias para filmar con aviones no tripulados. Demasiado peliagudo les resulta el asunto. Hoy por hoy, la normativa para los aficionados es más laxa pero a los que buscan extraer beneficios no les queda otro remedio que ser pacientes.
El Congreso estadounidense ha empezado ya a allanar el camino. Con 63.400 millones de dólares se pretende poner a punto a la FAA para la era de los aviones no tripulados. A partir del 30 de septiembre de 2015, el espacio aéreo de EE UU quedará abierto a estos aparatos, indiferentemente de que vuelen con fines militares, comerciales o privados. Y todo apunta a que le seguirán más países.
No obstante, un nuevo marco legislativo difícilmente bastará para solucionar por sí solo el debate moral, todavía muy controvertido. Matthew Shroyer, junto con Waite uno de los personajes conocidos en la escena del periodismo no tripulado, ha redactado un código ético y lo ha colgado en la Red para someterlo a discusión.
Más atrevido fue Tim Pool. Nacido en Chicago en 1986, este periodista ha recaudado cierta fama en el mundo anglosajón al retransmitir en directo una de las concentraciones del movimiento Occupy Wallstreet sólo con su Smartphone y una batería adicional. De las 21 horas de ‘live stream’ se hicieron eco la NBC, Reuters y Al Jazeera. Los espectadores pudieron seguir la protesta como si estuvieran participando en ella y comentar paralelamente en un chat lo que estaba sucediendo. Pero Pool no se conformó con eso: para su siguiente cobertura recurrió a un A.R.Drone convencional. Hackeando el software, su “OccuCopter” emitió videos a tiempo real desde el aire. Una acción vistosa que se logró utilizando un teléfono y un avión no tripulado por un valor total de aproximadamente 1000 euros.
Observando iniciativas como las de Pool, la visión de Chris Andersons acerca de la era del periodismo con aviones no tripulados se torna paulatinamente tangible. Según estimaciones de la revista “Wired”, en Estados Unidos se aficionan a los aviones no tripulados unas 1000 personas cada mes.
Marcus Bösch es periodista freelance y docente de DW Akademie. Junto con Lorenz Matzat gestiona el portal Drohnenjournalismus.de.
Traducción: Luna Bolívar