“En Guatemala, la prensa está atrapada entre los frentes del narcotráfico”
Luís Ángel Sas no tiene teléfono fijo. Tampoco la mayoría de sus amigos. Así evitan el acoso, cuenta el periodista, aunque sólo el que les llega a través del aparato. Sas conoce bien las amenazas. Informar sobre el narcotráfico en Guatemala significa vivir peligrosamente. En este país lastrado por la violencia y el crimen organizado, ser reportero no es una tarea fácil. Luís Ángel Sas nos habla de ella.
DW Akademie: Cuando uno investiga el narcotráfico, ¿cómo hace para protegerse?
Luís Ángel Sas: Bueno, en Guatemala está teniendo lugar ahora mismo una guerra entre narcotraficantes mexicanos y guatemaltecos que mantiene a los periodistas atrapados en medio de ambos frentes. En 2010, yo investigaba el robo de armas del ejército y me metí en el tema del narcotráfico hasta la cocina. Me amenazaron. Me dijeron que me iban a matar si seguía indagando y, al final, renuncié y me fui. Protegerse es marcharse a tiempo, abandonar, desaparecer, dejar que las cosas se calmen y regresar después a seguir con la vida pero mostrando otros intereses.
Es importante alternar los temas que cubres para que no se te identifique sólo con el narcotráfico. Tratar otras cuestiones, como por ejemplo los derechos humanos. Yo ahora me dedico a las capturas, a las historias de pueblos que fueron arrasados, a entrevistar a las víctimas. Y no pienso volver a investigar el narcotráfico, a no ser que reciba el apoyo de algún grupo extranjero. Yo entendí que la cosa va en serio.
En un país tan marcado por la violencia como Guatemala, ¿qué precauciones tomas si sales, por ejemplo, a hacer una entrevista?
Mira, primero, investigo a la persona a la que voy a entrevistar, es decir, me encargo de saber con quién voy a hablar. Después, la conversación tiene que desarrollarse en un lugar público. Si el sitio acordado no me da confianza, lo cambio.
Hace poco estaba citado con un traficante de gasolina en México, pero me advirtieron de que allí la situación era peor que en Guatemala. ‘¡Ni se te ocurra!’, me dijeron, ‘porque te agarran y te desaparecen’. Así que decidí hacer la entrevista en Guatemala. Mi editor sabía dónde estaba, con quién andaba. Y llevaba un iPhone, que tiene GPS. Hay cosas que no ofrecen seguridad total, pero ayudan.
Otro problema es que aquí nunca sabes de qué lado está la policía, si tienes que cuidarte también de ella.
¿Vives siempre con miedo?
Sí, siempre. En Guatemala hay que tener cuidado con los narcos, los policías, los militares [ríe]. No puedes confiar en las fuentes oficiales. En este país, nunca sabes con quién estás hablando.
¿Cómo se informan los jóvenes guatemaltecos acerca del narcotráfico?
Cuando aquí se habla del narcotráfico, se habla de incautación de drogas, de muertos, de peleas por el territorio. Es siempre lo mismo. Y a los jóvenes ya no les importa. Con unos amigos queremos iniciar un proyecto en Internet para informar desde otro punto de vista no sólo sobre el narcotráfico, sino sobre otros muchos temas.
¿Cómo se explica usted que tantos jóvenes se dejen seducir por el mundo del narco?
Porque ese mundo se pinta como algo ideal: como gente con dinero, con mujeres, con buenos autos… Y los jóvenes, que se ven sin futuro, sin posibilidades, quieren entrar en ese mundo. En Guatemala, la educación privada es cara y la pública deficiente. El narcotráfico es para muchos la solución, el modo de ganar mucho dinero.
¿Quiere eso decir que la culpa también es de los medios?
¡También! Se convierten en culpables al mostrar sólo una cara de la moneda. Es importante reflejar el otro lado: los sacrificios que se tienen que hacer, que te puede costar la vida, que con 25 años puedes acabar preso y, claro, el riesgo que existe de caer en el consumo. Muchos medios no tratan estas cuestiones por miedo o porque pertenecen a los mismos narcotraficantes.
¿Cuáles son los principales tabús con los que se topa el periodismo en Guatemala?
La guerra civil es un tabú: todo lo relacionado con el conflicto armado, si lo tocas, te acusan de comunista. Aún prevalece la mentalidad de los años ochenta, noventa. Yo hice una historia sobre eso y sólo la pude publicar en un medio digital. En los otros, esos temas no entran. Y también cualquier crítica a los militares está prohibida.
Los medios locales, ¿lo tienen más difícil?
Los pequeños, sí. Nosotros hicimos una investigación sobre esto con una ONG y fue impresionante ver cómo candidatos, alcaldes y otros poderes locales financian a los medios locales y compran a periodistas hasta convertirlos en sus megáfonos. Y luego está el crimen organizado. En muchos departamentos de Guatemala, los periodistas o aceptan dinero de las mafias, o se exponen a las amenazas.
¿Dirías que hay libertad de prensa en Guatemala?
Yo diría que hay libertad de opinión pero no de expresión a través de los medios. Hay cosas impublicables, hay gente –algunos políticos, por ejemplo- a la que no se puede entrevistar. Y también hay mucha corrupción dentro del periodismo mismo: periodistas que son a la vez asesores ministeriales y no pueden informar independientemente. Nosotros intentamos combatir eso desde dentro, pero estamos perdiendo la batalla.
Al menos quedan las redes sociales, que hacen su labor y ofrecen una plataforma para transmitir lo que en otros sitios no encuentra espacio.
¿Es ésa la importancia de los medios digitales?
En Guatemala, Internet es aún muy débil. Su influencia es alta en la capital, donde viven la mayoría de lo bloggers, pero no alcanza más allá de las cabeceras de departamento. En el interior, la conexión es muy lenta. Y cara. Guatemala es uno de los países más desiguales del mundo: hay mucha pobreza y la gente tiene que cubrir necesidades más importantes antes de permitirse el acceso a la Red. Por otra parte, cuando los jóvenes entran en Internet ven videos de YouTube, pero no noticias. ¡Todo su tiempo en el ciberespacio lo invierten en Facebook!
Entrevista: Naomi Conrad