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Periodismo de calidad en la era digital

“En África y América Latina hay innovación, pero no se cuenta”

Los cortes de electricidad y las dificultades para conectarse a Internet son habituales en gran parte de África. Pero ésa es sólo una de las caras de la medalla. Como también sucede en América Latina, la otra muestra dinámicos emprendedores y un importante número de buenas ideas.

Erik Hersman, que en Twitter se hace llamar @whiteafrican, es blogger y cofundador de la plataforma de renombre internacional Ushahidi, y trata de interconectar a los innovadores africanos. En Nairobi creó iHub, un centro que le sirve de apoyo a la ferviente comunidad tecnológica y que ha inspirado otros muchos en toda la región. Y es que Hersman está convencido de que tanto en el continente africano como en Latinoamérica hay considerablemente más innovación de la que se ve.

En re:publica, el encuentro dedicado al mundo digital que anualmente se celebra en Berlín, Hersman presentó por ejemplo el prototipo de un celular-router, diseñado para proveer de conexión a la Red en los lugares más remotos y las condiciones más adversas a hasta 20 usuarios. El aparato, llamado BRCK, funciona con baterías y es capaz de variar entre Ethernet, WiFi y los servicios de telefonía móvil 3G o 4G.

Steffen Leidel , capacitador y director de proyectos de DW Akademie, conversó con Hersman en re:publica sobre los avances tecnológicos en países en desarrollo.

DW Akademie: Los Silicon Valleys del futuro, ¿podrían estar en África o en América Latina?

Erik Hersman: No es fácil de explicar en pocas palabras, pero, sí, creo que en África, América Latina y también en Asia vamos a ser centros de tecnología, innovación y emprendimiento. Pero será un modelo diferente al de Silicon Valley, simplemente, porque las culturas son diferentes y la gente es diferente.

¿Y cómo será ese modelo?

En África el foco está muy puesto en el intercambio móvil. Y tenemos un clima de inversión distinto. Así que no sé si al final nuestro modelo se parecerá al de Israel. Israel concentra sus esfuerzos principalmente en la educación tecnológica, la inversión local y en lanzar empresas o vendarlas en otros mercados. En América Latina o África quizás tenga más sentido desarrollar firmas hasta cierto punto y luego tratar de encajarlas en el escenario internacional, acudiendo a aquellos mercados que parezcan más propicios, en lugar de construir grandes compañías verticales.

Un buen ejemplo es Suráfrica, donde se observa una tendencia a crear empresas y después trasladar la mitad a San Francisco o al Reino Unido. En esos lugares se sientan los tipos que se ocupan del ámbito financiero y operacional, mientras que el equipo de desarrollo permanece en África. De esta manera, se tienen los contactos y también los costes de producción bajos.

Hoy en día es importante considerar el entorno y pensar sobre todo en el producto. Para lograr persistir, las compañías han de plantearse a muchos aspectos vitales relacionados con el capital y los límites y el coste de hacer negocios.

Sé que he dado una respuesta muy larga pero es una cuestión muy complicada, y los modelos aún se están forjando.

Usted habla con frecuencia de Afrilabs y de una creciente red en África de personas dedicadas a la innovación, ¿de dónde procede esa fuerza? ¿Nace del know-how exportado por empresas occidentales o es un fenómeno completamente ajeno al exterior?

La innovación es una cualidad humana, no es un producto. Es algo que hacen las personas. Es una acción, un verbo. Las cosas pueden contener innovación, pero la innovación surge de la gente.

¿Son los productos europeos o estadounidenses más innovadores? No lo creo. Lo que pasa es que se habla más de la innovación que está teniendo lugar en Occidente que de la que se da en África o en América Latina. En mi presentación el re:publica mostré un mapa que muestra la situación de la innovación en el mundo. En él se observan manchas vacías en algunos continentes. Y no es que en esos sitios no se innove, es que nadie lo cuenta.

¿Es posible medir con exactitud la innovación?

Los barómetros están sesgados a favor de los países occidentales. La innovación se mide a través de las patentes. Pero si el 70 por ciento de tu economía está basada en el sector informal, genera pocos productos registrables, lo que no quiere decir que no existan. Además, el coste de las patentes es demasiado alto y la posibilidad de proteger realmente una creación demasiado reducida, ¿para qué gastarse entonces el dinero?

Debería existir otra forma de cuantificar la innovación. Es necesario desarrollar indicadores más precisos que reflejen realmente lo que está pasando a nivel global en este campo.

¿Es esa falta de indicadores tangibles un obstáculo tanto como el uso que la política de cooperación hace de ellos? ¿Le dificulta eso su trabajo, sobre todo a la hora de encontrar inversores?

La narrativa sobre África, en Europa y en Estados Unidos, que es de donde procede la mayor parte del dinero destinado a la cooperación, permanece afincada en los años 80 y 90. Para los grupos que disponen de capital en los países del norte -capital inversor, no sólo de ayuda al desarrollo- sigue siendo muy difícil entender lo que sucede en nuestro continente.

Sin embargo, se observan algunos cambios. Por ejemplo, la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) envió a unos 15 líderes de centros de producción tecnológicos de toda África a Berlín. En re:publica estuvieron representados unos 13 países africanos gracias al apoyo de una ONG. Eso nos da la posibilidad de hacer contactos, establecer lazos, y de conocernos personalmente. Así mejoramos nuestros conocimientos acerca de la gestión de centros de producción tecnológica, lo que tiene repercusión directa sobre el terreno. Con un poco de suerte, podría desembocar en más emprendimiento, mejores freelancers y una colaboración más estrecha no sólo entre los mismos centros, sino también entre las empresas localizadas en ellos.

¿Cómo debería ser la nueva narrativa de la innovación en África?

La generación actual de africanos ya no necesita manuales, sino hacer negocios y contribuir al desarrollo de su propia parte de África. Eso no significa que no quede margen para la inversión de actores externos. Pero quiere decir que la agenda no ha de estar dictada desde fuera. La agenda la tienen que marcar los propios africanos.

¿Qué opinión le merece la dimensión digital? En muchas regiones, Internet está provocando fuertes cambios. Pero no todo el mundo tiene acceso a la Red. Para algunas personas, la conexión sigue siendo demasiado cara…

Bueno, hay agua y hay Internet. Hay celulares y hay comida. La Pirámide Maslow continúa sosteniendo has de tener un techo, comida, agua y seguridad antes de poseer el resto. Pero a veces, los celulares e Internet te pueden ayudar a abastecerte. Ése es el aspecto de lo digital que me parece interesante.

Y, ¿se trata de una diferencia entre pobres y ricos? ¿O entre el mundo urbano y el rural? Yo me inclino más por lo segundo. Uno puede ser pobre en una gran ciudad africana y aún así estar conectado a la Red o disponer de un teléfono. O puede tener más medios en un área rural y sin embargo grandes dificultades para acceder a Internet.

Los smartphones, ¿podrían provocar la revolución del Internet móvil en África, o seguirán los SMS siendo la principal vía de comunicación?

Creo que la tecnología simple seguirá siendo la base, el mínimo común denominador. No por nada los SMS y el USSD, el Servicio Suplementario de Datos no Estructurados, son el motivo de ser de M-pesa, el principal sistema monetario del mundo.

Para el éxito de los SMS en África hay varias razones, pero también eso está cambiando. El punto de inflexión fue la cierta penetración que lograron el año pasado los teléfonos Android, que llevó a que Safaricom en Kenia dejara de vender celulares convencionales y redujera su oferta a los smartphones. Aplicaciones como Whatsapp y Mxit en Sudáfrica han empezado a ganar cuotas de mercado, lo que significa que la gente está usando el intercambio de datos para chatear y a su vez reduciendo el número de mensajes de texto directos que envía. Es decir, que los celulares de nueva generación están llegando a África.

¿Qué papel juegan en África actores como Google?

Uno muy importante. Google, Intel, Microsoft… todas las grandes compañías tecnológicas. Y Samsung, por supuesto. Especialmente estas cuatro han tenido un impacto fundamental tanto en la bajada del coste de los aparatos y del precio del intercambio de datos en sí, como en la penetración del mercado, gracias a la publicidad que hacen.

Usted se encarga en Ushahidi del servicio Crowdmap, que ofrece herramientas para medios de comunicación. ¿Cómo logra interesar a la prensa por esta tecnología?

Ésa es una buena pregunta y lo que yo les respondo a nuestros clientes es que, se interesen por ellas o no, estas tecnologías no van a desaparecer y por lo tanto en algún momento tendrán que aprender a usarlas, y eso es mejor hacerlo cuando todos los demás están aprendiendo también. Así que, ¡no te quedes atrás! Empieza ya.

¿Y los periodistas tienen que empezar también a aprender a programar? Como usted sabe, el debate acerca de la relación entre comunicadores y desarrolladores de software es intenso…

Yo creo que lo importante es no quedarte estancado. Hay que probar cosas nuevas, porque si no uno se vuelve irrelevante rápidamente. Yo les digo a los periodistas que le tiendan una mano a los diferentes grupos tecnológicos. Que intenten participar en algún evento de hacks/hackers, que conecta periodistas y hackers y hace un trabajo muy interesante.

Entrevista: Steffen Leidel
Traducción: Luna Bolívar

Date

junio 21, 2013

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