Forenses informáticos para descifrar “Offshore Leaks”
El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación con sede en Washington (ICIJ, por siglas en inglés) recibió el año pasado de una fuente anónima 2,5 millones de documentos que describían los movimientos de capital de unos 130.000 presuntos evasores de impuestos de todo el mundo: oligarcas, vendedores de armas, especuladores financieros, personajes públicos, políticos, dueños de grandes fortunas… La montaña de datos hacía referencia además a 122.000 empresas fantasma y consorcios afincados en paraísos fiscales y contenía dos millones de correos electrónicos. En una acción sin precedentes, medios de comunicación de 46 países se unieron para analizar durante meses este material. En las pesquisas participó el diario alemán Süddeutsche Zeitung. El redactor Bastian Brinkmann nos describe cómo los expertos informáticos allanaron el camino para que los periodistas pudieran abrirse paso entre la ingente cantidad de información.
El principio fue analógico. Por correo postal nos llegó el disco duro que contenía los archivos secretos del que ha pasado a llamarse caso ‘Offshore Leaks’. Nada más y nada menos que 260 gigabytes de información acerca de fideicomisos en paraísos fiscales, sobre el papel unas 500.000 ediciones de la Biblia. Toda una vida no hubiera bastado para leerlo. ¿Cómo estudiar semejante montaña de datos? Y, sobre todo, ¿cómo convertir en analizables los diferentes tipos de documentos que almacenaba la memoria? Fotografías, textos codificados, más de dos millones de E-mails. Antes de que la investigación periodística pudiera comenzar, se hacía necesario que forenses informáticos intervinieran en el asunto.
En volumen, ‘Offshore Leaks’ superaba 150 veces a la mayor publicación realizada por Wikileaks hasta el momento: la de los cables del Departamento de Estado, cuyo formato era aparte único y permitía un análisis estandarizado. En el disco duro, sin embargo, había de todo: datos bancarios, correos electrónicos, documentos de Word, documentos escaneados, cartas en PDF. Y muchos duplicados, como por ejemplo archivos adjuntos a un E-mail que fue después reenviado varias veces.
Pero no sólo la identificación de las copias implicaba una dificultad. El material guardado como imagen también complicaba especialmente la labor de los investigadores. Se trataba de pasaportes de los fundadores de empresas fantasma, que habían sido enviados por correo electrónico a los paraísos fiscales. O cartas impresas, firmadas y luego escaneadas, en las que el verdadero propietario daba órdenes a su testaferro. Para hacer legibles estos documentos fueron digitalizados en masa utilizando la técnica ROC, es decir, Reconocimiento Óptico de Caracteres, que convierte las fotos en texto.
Finalmente, se procedió a un registro sistemático de los datos para que los buscadores pudieran abrirse paso entre ellos. Y se logró con éxito. Fue posible recurrir a programas como dtSearch, capaz de rastrear nombres entre 260 gigabytes. O Nuix, que reconoce a partir de palabras clave aquellos documentos redactados en alemán. Esta herramienta además establece relaciones entre, por ejemplo, PDF adjuntos y la correspondencia por E-mail de varias personas durante un periodo determinado. La Comisión de la Bolsa de Valores de Estados Unidos usa Nuix para inspeccionar los millones de correos electrónicos que confisca a sociedades anónimas cuando sospecha un comportamiento ilegal.
Los programadores también consiguieron reconstruir los software de los dispensadores de servicios financieros implicados en ‘Offshore Leaks’, de manera que fue factible navegar por los registros como lo hacían sus empleados y dar respuesta a preguntas fundamentales: ¿quién está realmente tras la compañía? ¿Quiénes son sus socios? ¿Se ha procedido a pagos? ¿Quién se ha beneficiado? Sólo de este modo pudo descifrarse una trama desmesuradamente compleja. El “Süddeutsche Zeitung” le siguió la pista durante meses a los negocios del celébre playboy, empresario y fotografo alemán Gunter Sachs, fallecido en 2011, tanto en la base de datos como sobre el terreno. Revelar con cierta claridad el funcionamiento de las finanzas del exmarido de Brigitte Bardot requirió un gran esfuerzo.
Playboy en el paraíso fiscal
El grosso de la labor técnica la asumieron especialistas en el análisis de datos como el alemán Sebastian Mondial, los británicos Duncan Campbell y Matthew Flower y los costarricenses Rigoberto Carvajal y Matthew Caruana. Tras este primer paso, el ICIJ decidió hacer llegar el material a medios de comunicación de todo el mundo, ya que de lo contrario hubiera sido imposible evaluar los archivos. En Alemania se implicó al Süddeutsche Zeitung y a la emisora pública NDR, en Estados Unidos al Washington Post, en Francia a Le Monde, en Gran Bretaña a Guardian… En total, colaboraron en las indagaciones 86 colegas de 46 países.
Desde Estados Unidos, el ICIJ ejerció de coordinador. La organización pertenece al Center for Public Integrity de Washington y se sostiene con donaciones de fundaciones norteamericanas que apoyan el periodismo de datos.
El examen del disco duro ha revelado que contiene información sobre más de 122.000 fideicomisos localizados en lugares como las británicas Islas Vírgenes, las Islas Cook, Samoa, Hong Kong, Singapur, las Islas Caimán, Mauricio, Lauban o Malasia y las Seychelles. 12.000 intermediaros aparecen mencionados en los documentos. Y también unas 130.000 personas con sus respectivas direcciones en 170 países. Tras cada una de estas cifras se esconde una historia. El trabajo en torno a ‘Offshore Leaks’ todavía está lejos de haber concluido.
Este artículo se publicó por primera vez en Süddeutsche Zeitung
Traducción: Luna Bolívar