Nociones para el proceder con imágenes violentas
Catástrofes naturales, guerras, ataques terroristas. La actualidad informativa produce un verdadero aluvión de imágenes. Y ya no son sólo los fotógrafos profesionales quienes inmortalizan el terror de conflictos y crisis. Que testigos casuales tomen esas fotos con sus celulares y las distribuyan sin filtrar por las redes sociales se ha vuelto algo habitual.
¿Cómo debe actuar la prensa ante la nueva situación? ¿Cuándo es éticamente aceptable publicar fotografías violentas y cuándo se trata de puro sensacionalismo? ¿Estuvo justificado imprimir en portada el cadáver del dictador libio Mohamed Gadafi? ¿Es legítimo mostrar niños asesinados durante bombardeos aéreos en Siria? ¿Era necesario que el mundo viera a los heridos ensangrentados del atentado de Boston, algunos de los cuales habían perdido miembros de su cuerpo?
“Las imágenes del horror no pierden su capacidad de conmocionar. Pero no son de gran ayuda a la hora de comprender. La narración nos puede explicar un hecho. Las fotos hacen otra cosa: nos atrapan”, indica la escritora Susan Sontag en su libro Regarding the pain of others (“Contemplando el sufrimiento de demás”).
El periodista alemán Simon P. Balzert ha comparado en su tesis doctoral el uso que hace de la fotografía de la prensa alemana y española. Su conclusión: los rotativos germanos publican con mucha menor frecuencia imágenes de muertos y heridos. ¿Es eso más correcto? Balzert no ha dado con la respuesta definitiva, porque seguramente no exista para todos los casos. “Depende del contexto”, dice. Aun cuando algunos diarios españoles pecan de cierto amarillismo, la contención alemana no siempre tiene razón de ser. “En algunas ocasiones hay que recurrir a las imágenes violentas para que el drama quede documentado”, explica Balzert. Cabe no olvidar que la política suele estar interesada en vender la ilusión de la guerra limpia, recuerda el comunicador.
Sobre la base de su estudio, Balzert ha elaborado una guía para el proceder informativo con fotos violentas, que pone aquí a discusión:
1. Antes de publicar una fotografía, el periodista debe asegurarse de que transmite información relevante, presenta una situación o describe una injusticia que merece la pena ser contada, y que no se imprime como un fin en sí misma, para el entretenimiento o por motivos meramente ópticos.
2. Antes de publicar una fotografía, el periodista debe comprobar si es posible narrar por escrito los hechos que cuenta la imagen con la misma intensidad y, en consecuencia, si es posible prescindir de la foto.
3. El periodista ha de seleccionar aquellas fotografías que más emocionen al lector pero menos le impacten. La ropa ensangrentada de un menor muerto puede aclarar lo suficiente, sin que se haga imprescindible exponer su cadáver.
4. En periodista tiene que utilizar la misma vara de medir para todas las fotos violentas, independientemente de que hayan sido tomadas en el país propio o en el extranjero. Así, se evitan prejuicios racistas acerca de lugares y culturas lejanos y ajenos.
5. El periodista debe decidir en cada caso concreto y evitar reglas generales como “en este periódico no publicamos imágenes de violencia”. La muerte y la discusión pública sobre ella forman parte de una sociedad informada y no han de ser un tabú.
6. El periodista tiene que asegurarse de que dispone de espacio suficiente para comentar y contextualizar la fotografía a través del texto escrito. Si carece de él, mejor prescindir de la imagen.
7. El periodista ha de explicar por escrito el motivo que le lleva a publicar la imagen (para lo que el pie de foto habitual no ofrece suficiente espacio) y, si es posible, advertir a tiempo al lector de la dureza de la fotografía.
8. El periodista nunca debe olvidar que la impresión que provocan las imágenes violentas se reduce proporcionalmente al número de fotografías de este tipo que se difunden. Por ello, ha de evitar un abuso de este recurso.
9. El periodista no debe renunciar a la publicación de una imagen que considera éticamente aceptable por motivos como la protección del menor o el miedo al rechazo de los lectores.
10. A la hora de debatir sobre la conveniencia o no de imprimir una foto violenta, los argumentos han de girar únicamente en torno a la imagen y su contexto, y no a lo que hagan otros medios.
11. El periodista tiene que ser consciente de que las fotografías son más impactantes sobre el papel que en Internet y considerar la posibilidad de publicar una imagen que pueda conmocionar en el sitio del medio, anunciando en la versión impresa su presencia en la Red. Eso le da al lector la posibilidad de (no) ver la foto.
12. En caso de fotos de atentados, el periodista ha de ponderar entre el derecho a la información del público y su obligación de no saciar las ansias de protagonismo de los terroristas.
13. El periodista debe ser especialmente cuidadoso con las fotografías violentas antiguas. Cuanto más tiempo haya transcurrido desde el hecho, menos justificación obtiene la publicación de imágenes violentas. Éstas pueden ocasionar daños psicológicos a las personas que aparecen en ellas o a sus familiares.
14. En caso de duda, el periodista ha de consultar a sus colegas y otros miembros de la redacción, recordando siempre que ni él ni sus colegas representan al lector medio y, por lo tanto, su resistencia al retrato de la violencia es distinta.
15. El periodista tiene que considerar el conjunto del contexto gráfico en el que se publica la imagen: los lectores reaccionan con especial sensibilidad cuando el titular de un artículo cercano o el eslogan de un anuncio en la misma página encuentra algún tipo de conexión con la foto violenta.
16. El periodista no debe jamás presentar la imagen de manera sensacionalista: en lugar de grande en portada, pequeña en las páginas interiores; en lugar de varias fotografías con un motivo similar, elegir una sola.
17. El periodista ha de comprobar si es posible identificar a las víctimas que aparecen en la foto y, si así fuera, pedir que al menos sus caras se hagan irreconocibles. Esto es especialmente relevante si se trata de muertes, por respeto a los fallecidos y a sus familiares.
18. El periodista tiene que asegurarse de que se respeta la dignidad de los retratados, sobre todo si se les reconoce.
19. Nunca han de publicarse imágenes de muertos por suicidio.
20. El periodista debe estar abierto al diálogo y permitir que se impriman las cartas del lector que comenten fotografías controvertidas.
Traducción: Luna Bolívar