Reflexiones de un videoperiodista: No nos engañemos
Mirar el mundo que nos rodea, interpretarlo desde nuestra propia realidad y transmitirlo al espectador es la función del reportero de televisión. Pero esa realidad que vemos se perfila diferente para cada uno de los observadores. Por otro lado, todo creador sueña con prescindir en cierto sentido de los aspectos técnicos y materiales. Transmitir sus ideas, concepciones y experiencias, ahorrándose el trabajo de ponerlas sobre papel, lienzo, pentagrama, fotografía o video. Si un compositor pudiera tocar al mismo tiempo todos los instrumentos de su sinfonía, podría transmitir con absoluta precisión y claridad el significado de su obra. El videoperiodismo intenta, de alguna manera, acercase a este ideal.
Y digo que intenta acercarse porque la realidad es otra. Trabajamos bajo mucha presión, bajo la inseguridad de no poder contrastar nuestras percepciones, bajo las limitaciones que el equipo mismo nos impone, bajo el estrés que supone controlarlo sin poder delegar. Cuando termino una producción como videoperiodista me siento como si me hubiesen sentado en un sillón y exprimido toda la sangre.
Por el afán ahorrativo de los medios
No nos engañemos, el videoperiodismo nace como resultado de varios factores. Uno de ellos es el abaratamiento de los equipos de filmación y montaje. Otro, el hecho de que estos equipos sean más ligeros y manejables. Pero hay un tercer elemento que, con toda seguridad, resulta decisivo: la posibilidad de reducir el presupuesto.
El afán ahorrativo de los medios de comunicación les hace en muchas ocasiones dar más importancia a la cantidad que a la calidad. Y por el costo de una producción, llamémosle, a la antigua, se puede hacer tres veces más utilizando a un videoperiodista. Obviamente, no cuesta lo mismo mandar a un redactor, un camarógrafo, un asistente y un productor por el mundo a rodar un reportaje, que enviar a un videoperiodista que tiene como cometido cumplir con todas estas funciones y, además, cuando regrese editará el resultado sin la ayuda de un montador. Y no sólo el canal tiene menos gastos. El equipo que maneja el videoperiodista, como ya hemos comentado, es más barato que uno convencional. Pero esta realidad no nos debe echar para atrás. Más bien todo lo contrario.
Una situación que se puede aprovechar
Igual que los canales se aprovechan de nosotros, nosotros debemos aprender a aprovecharnos de la situación. Como videoperiodistas no tendremos que aguantar el mal humor y la arrogancia de los camarógrafos (bueno, no de todos…), ni soportar la impaciencia y la arrogancia de los montadores (bueno, no de todos…), ni las exigencias injustificadas y la arrogancia de los productores y periodistas (bueno, no de todos…).
Como videoperiodistas somos libres para crear, imaginar, probar y realizar. Lo que la simplificación de la técnica ha supuesto para unos (el ahorro en los costos de producción) a nosotros nos permite llevar a cabo nuestros proyectos sin ataduras, aunque ello no esté exento de riesgos. Está claro que por norma general el trabajo en equipo enriquece el resultado: cinco cabezas pensantes pueden aportar ideas, encauzar locuras y, por qué no, también servir de chivo expiatorio en caso de fracaso. Pero no cabe duda de que el videoperiodismo nos otorga una libertad de movimientos, una cercanía a los protagonistas y una nueva e interesante perspectiva de trabajo a la que debemos extraerle todo el jugo.
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